¿Te has sentido alguna vez como si estuvieras constantemente corriendo una maratón hacia la perfección, pero sin llegar nunca a la meta?
Si es así, bienvenido al club de los autoexigentes crónicos.
La autoexigencia puede ser un motor potente que nos impulsa a mejorar, pero cuando se descontrola, puede desencadenar en ansiedad y estrés. Desde la perspectiva conductivista, vamos a intentar comprender por qué sucede esto y cómo podemos manejarlo para llevar una vida más tranquila y feliz.
La autoexigencia y su amistad con la ansiedad
B.F. Skinner y sus colegas conductivistas nos han enseñado que nuestros comportamientos son aprendizajes del entorno que nos rodea. Así que, esa tendencia a exigirnos hasta el límite podría ser algo que hemos aprendido, viendo a nuestros padres, amigos, o incluso absorbido de la cultura de “todo se puede” que nos rodea. Un estudio del Journal of Abnormal Psychology destaca que quienes tienden a ponerse el listón muy alto suelen tener sus niveles de ansiedad por las nubes. Vamos, que intentar ser perfecto todo el rato (algo que ya te adelantamos que es imposible) es como correr sobre arenas movedizas, nos deja en una situación de inestabilidad sobre la que puede tambalearse nuestra serenidad.
Técnicas para rebajar nuestra autoexigencia:
- Reajusta tus refuerzos: Si normalmente te premias solo cuando logras algo espectacular, ¿por qué no empezar a valorar también el esfuerzo? Cambia las reglas del juego: celebra los pequeños progresos y no solo el resultado final. Esto puede ayudar a aliviar la presión de ser “el mejor” todo el tiempo y de sentir que siempre estás lejos de lograr lo que te propones.
- Desensibilización sistemática: Esta técnica suena muy técnica, pero es básicamente acostumbrarte poco a poco a no ser perfecto. Empieza con tareas pequeñas donde permitirte errores no te cause un mini infarto. Con el tiempo, esto puede ayudarte a tolerar mejor las imperfecciones sin entrar en pánico.
- Herramientas para enfrentar la tormenta: Aprender a respirar profundamente, relajar los músculos o meditar son maneras geniales de reducir la ansiedad cuando sientes que la autoexigencia te está ganando la partida. No subestimes el poder de la respiración del bostezo, por ejemplo.
Y para terminar
Ponerse límites realistas y aprender a valorar el viaje tanto como el destino es esencial. Poner el foco en el objetivo final nos hacer, muchas veces, no ver todo lo que vamos consiguiendo por el camino y estar siempre persiguiendo algo que nunca termina de llegar, o al menos no de la manera que queremos. Con estas tres técnicas conductivistas, puedes empezar a tomar las riendas de tu autoexigencia y transformarla en un aliado, no en un enemigo.